sábado, 18 de octubre de 2008

El público es el que manda

Muchas veces las películas no salen como se habían previsto en un comienzo. A Billy Wilder le ocurrió esto en varias ocasiones y una de ellas fue en una de sus más aclamadas y reconocidas películas, "El Crepúsculo de los dioses"(Sunset Boulevard). Su famosísimo y celebrado comienzo con William Holden flotando en la piscina que nos comienza a contar la historia de su asesinato no era la idea primera de Wilder, de hecho se rodó otro comienzo de la película, pero después de un primer pase de prueba con público se cambió ese inicio por el que todos conocemos y que ha pasado a la posteridad como uno de los más originales de la historia del cine. El otro, el desechado, comenzaba con un coche fúnebre que llevaba el cuerpo de William Holden hasta el depósito de cadáveres. Allí le dejaban en una sala junto a otros cuerpos todos cubiertos con sábanas. En el momento en el que se apagaban las luces y salían los celadores, los muertos se ponían a hablar unos con otros, y era así como el personaje de Holden empezaba a contar su historia. El pase previo con público lo hizo la Paramount en una sala de Evanston, Illinois. Con la escena inicial, cuando los cuerpos empiezan a hablar en el depósito de cadáveres la gente empezó a reirse. Wilder se sorprendió, pero las risas iban en aumento con lo que acabó abandonando la sala y se quedó sentado en las escaleras que conducían a los lavabos. "Fue uno de los peores momentos de mi vida", dijo. Bajó por la escalera una señora que también había abandonado la sala y le dijo: "¿Ha visto alguna vez algo tan malo?", a lo que Wilder contestó "Nunca". Y se puso a pensar en como volver a rodar la secuencia inicial.

Esta es la transcripción exacta de las páginas del guión original fechado en diciembre de 1948, con la escena del prólogo en la morgue que sería eliminado tras el primer visionado:


EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES

Charles Brackett
Billy Wilder
D. M. Marshman Jr.

21 de diciembre de 1948

SECUENCIA A
A-1 Empezar la película con el letrero: SUNSET BOULEVARD, estampado en el bordillo de una acera. En la alcantarilla hay ojas secas, papeles, cerilla quemadas y colillas. Primera hora de la mañana.
La cámara se aleja del letrero y se mueve hacia el este, el asfalto gris de la calle ocupa la pantalla. Conforme aumenta la velocidad a 65 kms/hora, pasan a modo de flash demarcaciones de tráfico, flechas blancas, advertencias de límite de velocidad, bocas de alcantarilla, etc. Superpuestos sobre todo esto se ven los titulos de crédito, al estilo del letrero del bordillo.
Después del último título, barrido hacia arriba a la parte trasera de un vehículo en movimiento.
Es un coche fúnebre negro. En la matrícula pone: CALIFORNIA, 1949- junto a un número. El marco de metal de la matrícula tiene un sello con las palabras LOS ANGELES.
Barrido hacia arriba. La palabra JUEZ DE INSTRUCCIÓN aparece pintada en la parte trasera del coche fúnebre.

FUNDIDO A:
A-2 El coche fúnebre del juez baja por un callejón hasta el depósito de cadáveres del condado.
Se detiene ante una verja cerrada de acero enrejado. En la pared hay un letrero: TOQUE LA BOCINA. El conductor la toca. El celador abre la verja. El coche fúnebre entra a:

A-3 un tunel y de ahi a

A-4 un patio pequeño
El coche fúnebre da marcha atrás hasta una plataforma de descarga y se vuelve a oir la bocina. Dos celadores vestidos de blanco salen del depósito mientras el conductor y un agente somnoliento se bajan del coche fúnebre.
Los celadores abren la puerta trasera del vehículo y sacan una camilla de hospital en la que yace un cadáver cubierto con una sábana marrón. Sólo se pueden ver los pies del cadáver, con unos calcetines de algodón barato y mocasines desgastados. Están empapados. Barrido con los pies mientras la camilla es conducida a una sala pequeña cerca de la entrada del edificio hasta detenerse.

FUNDIDO A
A-6 EL DEPÓSITO DE CADÁVERES
Un celador lleva el cadáver de Gillis a una sala enorme, vacía y sin ventanas. Junto a las paredes hay unos veinte cadáveres cubiertos con una sábana en una fila de mesas de autópsia con ruedas con números grandes pintados en las paredes sobre cada mesa. El celador lleva a Gillis hasta un espacio vacío. Mientras pasa, los pies de los otros cadáveres se estiran debajo de las sábanas: pies de hombre, pies de mujeres, de niños, dos o tres de negros... con una etiqueta colgando de cada dedo gordo del pie izquierdo.
El celador sale y apaga la luz. Por un instante, la sala se queda en penumbra. A continuación, cuando la música alcanza una fase más astral, un brillo extraño emana de los cuerpos cubiertos. La larga fila de etiquetas se balancea por la corriente de aire del sistema de ventilación.

(Nota: Las voces en la siguiente escena tienen un tono apagado peculiar)

VOZ DE HOMBRE: No temas, somos muchos. No pasa nada.
GILLIS: No tengo miedo.

No mueve la cabeza, pero gira los ojos lentamente hacia la mesa de al lado. En ella, bajo una sábana medio transparente, yace un hombre grueso de unos 60 años. También tiene los ojos abiertos y dirigidos hacia Gillis.

HOMBRE GRUESO: ¿Cómo murió?
GILLIS: ¿Qué importa?
HOMBRE GRUESO: Yo, de un ataque al corazón. Me iba a jubilar en Los Ángeles. Me había quedado una pensión de la Seattle Trust Company y un bonito bungalow, todo listo. El agente estaba apunto de enseñarme el aguacate cuando ocurrió.
GILLIS: Una lástima.
HOMBRE GRUESO: Afortunadamente, no había firmado el contrato.

Hay una pequeña pausa.

GILLIS: Yo me ahogué.

En una mesa junto a la pared de enfrente yace un niño rubio de once años, con la cara hinchada. La cara del niño también se ve a través de la sábana transparente.

NIÑO: Yo también. Me ahogué. En el embarcadero de Ocean Park. Lo único malo es cuando intentas no tragar. Si abres la boca y dejas que entre, no duele.

Debajo de otra sábana yace un negro fornido.

NEGRO: ¿No sabrá si Satchel Paige derrotó a los White Sox ayer?
GILLIS: No, imposible. Morí antes de que repartieran el periódico.
NEGRO: ¡Mecachis! Llevaba naranjas desde San Berdoo y sintonicé los resultados del beisbol cuando me golpeó. Una señora en un Chevy cupé que acabó destrozado y volcado. Uno se cree a salvo en un camión de dos toneladas. ¡Ja,ja! Salió a gatas y se encendió un cigarrillo, y yo ahí muerto en el cruce, rodeado de naranjas.
NIÑO: Ojalá vengan mis padres a recogerme.

Bajo otra sábana yace una mujer de mediana edad.

MUJER: Vendrán. No te preocupes.
NIÑO: ¿Cree qué estarán enfadados conmigo?
MUJER: No. Vendrán a buscarte y traerán flores, y te llevarán a un lugar soleado y verde y te arroparán para que sueñes con los angelitos.
HOMBRE GRUESO: Debería haber más socorristas, con los impuestos que pagamos.
(A Gillis) ¿Dónde se ahogó? ¿En el océano?
GILLIS: No. En la piscina.
HOMBRE GRUESO: ¿Un tipo fuerte como usted?
GILLIS: Bueno, tenía algún agujero de más. Dos en el pecho y uno en el estómago.
HOMBRE GRUESO: ¿Le asesinaron?
GILLIS: Sí, me asesinaron.

Los ojos del hombre grueso se dirigen hacia una esquina de la sala.

HOMBRE GRUESO: (Confidencialmente). Al número diecisiete también. Un hombre interesante. Me dijo que era corredor de apuestas. Trabajaba para un sindicato del Este. Empezó a hacer apuestas por su cuenta, y enviaron a un par de tipos de Chicago. Me pregunto si la policía lo averiguará algún día.
GILLIS: Nunca averiguarán lo mío. (Con la sombra de una sonrisa irónica). Tendría gracia, estar aquí como un puzzle revuelto, con la policía y los columnistas de Hollywood intentando reconstruir lo sucedido.
HOMBRE GRUESO: ¿Hollywood? ¿Trabaja en el cine?
GILLIS: Sí. Llegué en el 45, quería comprarme una piscina. Y vaya si me la compré. Aunque resultó que había sangre...



Pues ahora veamos el comienzo que lo sustituyó y que se ha convertido en uno de los más célebres de la historia del cine, El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard), Billy Wilder, 1950...



Video de felixxxx999

2 comentarios:

C.C.Buxter dijo...

Conocía esta anécdota del libro que escribió Cameron Crowe, pero nunca había leído el guión original de la parte sustituida. La verdad es que a mí me parece que la original también era una buena idea, y además bastante poco usual... Me acordé cuando ví un capítulo de CSI en el que precisamente pasaba eso: dejaban a un muerto en el depósito de cadáveres, y cuando se iba el celador estos "revivían" y se contaban sus respectivas historias. No sé si los guionistas pensaron en Wilder, pero me parece bastante coincidencia.

En cualquier caso, el inicio de "El crepúsculo de los dioses" es también muy bueno y, aunque esto ya sea puramente personal, me gusta porque creo que, más o menos, así es como debieron encontrar a Jay Gatsby en la novela de Scott Fitzgerlad.

Mr.Ripley dijo...

A mi también me gusta mucho el inicio de El Crepúsculo, que además es el que uno conoce de siempre. Pero tampoco me parece que este otro comienzo sea tan hilarante como le resultó al público, no sé.