domingo, 22 de marzo de 2009

El pianista y el niño que fue director de cine

"Esto me pasó a mí, esto lo viví. Es mi niñez, mi vida, lo que sufrí, lo que ví, lo que soy" "Fuí salvado del Umschlagplatz, el área donde los alemanes solían reunir a un gran número de gente antes de subirlos a los trenes que iban a los campos de exterminio. Un día fuí a buscar a mi padre, fuí a la parte donde agrupaban a los judíos, y entré en el infierno. En el Umschlagplatz, con miles de personas, algunas llevaban tumbadas allí veinticuatro horas o más. Otras muriéndose, otras llorando, otras andando y gritando y algunos postrados rezando... Decidí que tenía que salir de allí. Estaba vigilado por jóvenes polacos con uniforme alemán. Iba con un niño que encontré allí, más pequeño que yo, se habían llevado a sus padres y estaba allí con nosotros porque mi padre y yo decidimos cuidarle. Encontré a ese niño, y fuí con él a un lado de la plaza. Era un día soleado, y había una calle larga de unos diez metros de ancho y al final un tipo con un arma, una carabina. Le dije que no habiamos comido en todo el día y que quería ir a casa a por un trozo de pan y que volveríamos enseguida. Se nos quedó mirando y nos dijo "Iros". Cogí al niño de la mano, Stefan se llamaba, y empezamos a correr y él nos gritó "¡No corráis!". Ese tipo me salvo la vida"

Es la historia de Roman Polanski y a su vez es la historia de Wladyslaw Szpilman, el pianista del gueto de Varsovia. Por eso, cuando Polanski leyó la autobiografía de Szpilman se dió cuenta de que era su historia, le dolía tanto dentro que necesariamente tenía que hacer la película. Dijo Szpilman que cuando se dió cuenta de que había perdido a su familia, que no tenía ya nada y que lo había perdido absolutamente todo, pensar en la música le dió las fuerzas que le faltaban para sobrevivir. Polanski, desde la esperanza del niño que era, sobrevivió con el firme convencimiento de que volvería a ver a sus padres, su madre sin embargo moriría en Auschwitz. Sus historias se hacen una. Una historia donde por encima de tanto dolor, tanto llanto y tantas lágrimas, aparece el deseo de vivir. Szpilman consagró el resto de su vida a su arte, tocar el piano. Y Polanski al suyo, hacer películas. Nunca estuvo tan presente el infierno en la tierra como en aquellos años y nunca nadie lo había contado con tanta honestidad y de manera tan prodigiosa como Polanski en El Pianista (The pianist, 2002)




Video de lekaino

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Una de las mejores películas que he visto, y no lo digo bajo aspectos técnicos o críticos como una buena cinéfila, sino con el sentimiento que transmite, el espejo de una realidad que no deberíamos olvidar, no para alimentar el rencor, no, sino como experiencia de lo que ha tramado una historia que llevamos con nosotros queramos ignorarla o no...
El dolor forma parte de la vida.

Vissi d'arte dijo...

Puf, qué peliculón. Esa escena en la que toca el piano ante el soldado alemán, con el vaho de su aliento recortándose contra la gélida luz que entra del exterior, merece pasar a los momentos inolvidables de toda la Historia del Cine. Magistral.

ethan dijo...

Aún no entiendo las numerosísimas voces críticas contra esta película. A mí me pareció bastante sincera, muy bien rodada y mejor interpretada. Me alegra ver que hay gente que opina lo mismo.
Saludos!

Vivian dijo...

Creo sinceramente que cuando un artista crea desde un sentimiento real, sincero, esto traspasa la pantalla y llega al espectador, y esta película es un gran ejemplo de ello.
Coincido al cien por cien con tus palabras acerca de la película. Me emocionó leerlas porque me llevó al recuerdo.

Un saludo

C.C.Buxter dijo...

A mí también me gustó mucho, pero no sabía que Polanski había pasado por un trance similar. Entre esto y lo de Charles Manson no se puede decir que haya tenido una vida agradable y plácida...

Por cierto, me ha llamado la atención la historia que cuenta sobre el soldado alemán que le deja escapar, y me ha recordado a la de una chica que, también en Varsovia, había salido del gueto cuando no estaba permitido. Iba en autobús, y tanto temblaba de temor que la estrella de David que llevaba escondida se le cayó al suelo; si la hubiese visto el revisor hubiese significado una muerte segura, pero un soldado de las SS que estaba sentado a su lado la ocultó con su bota, pisándola para que nadie la viese. Hasta en los peores momentos la humanidad puede abrirse paso en una persona.